Tres años en Australia le han bastado a la colombiana Stefany Patarroyo para convertirse en una nueva persona. Stefany no se detiene, va detrás de sus sueños, y a pesar de la adversidad, sigue adelante. Ella es persistente, juiciosa, y sabe lo que quiere. A veces parece que alguien o algo externo fabricara detalladamente sus planes porque en el peor momento, y cuando ha visto todo por perdido, es cuando le han pasado las mejores cosas.
Stefany nació en Bogotá, la capital de Colombia. Tiene 30 años y es administradora de negocios. Antes de venir a Australia, trabajó por cuatro años en su ciudad como asesora en la Superintendencia de Puertos y Transporte, una entidad del gobierno en su país.
Si bien, tenía una estabilidad laboral y llevaba tiempo trabajando en este lugar, Stefany cuenta que estaba cansada de la rutina. Quería algo diferente. Además, se dio cuenta que para ascender en su carrera necesitaba saber inglés, idioma que no le gustaba para nada. Sin embargo, quería un cambio y pensó que si se iba a otro país a aprender esta lengua desconocida, eventualmente podría tener una mejor posición laboral.
Al mismo tiempo, recordó que tenía a una amiga en Australia con quien trabajó en la Superintendencia. Ella era Lorena, main executive de Study Up. “Recuerdo que cuando me enteré que ella se iba para Australia, admiré mucho su coraje porque en ese entonces yo no me creía capaz de hacer eso de irme a otro país, separarme de mi familia y no saber nada de inglés. ¡Eso es de valientes!”, asegura.
Stefany siempre ha sido muy buena con el manejo de sus finanzas. Así que usó eso para dar el primer paso. Contactó a Lorena, le contó su plan, y empezó a ahorrar. Juiciosamente calculó cuánto dinero debía reunir y para cuándo lo necesitaba, y en menos de seis meses aterrizó en Australia.
Lorena la recogió en el aeropuerto de Melbourne, la llevó a su nuevo hogar y le dio un tour por la ciudad. Stefany llegó una semana antes de que iniciaran sus clases de inglés con la excusa de conocer y adaptarse, pero admite que no fue fácil. Infortunadamente, en ese tiempo, su nivel en el idioma era bajo, y esto se convirtió en una barrera para poder comunicarse.
“Primero viví con una pareja. Eran un turco y una filipina. Ellos me hablaban, pero no les entendía nada. Salía a la calle y si me hablaban, me bloqueaba o a veces respondía que no hablaba inglés. Prácticamente pasé los primeros días sin hablar con nadie porque no tenía el idioma. A parte de todo, mi experiencia viviendo con ellos fue muy incómoda porque siempre peleaban y en algún momento terminé en medio de una situación que no tenía nada que ver conmigo”, cuenta.
Stefany se quería ir, pero no podía porque había firmado un contrato. Aparte, si se iba, se arriesgaba a perder 600 dólares de bond que había dado como depósito. Después conoció a otra colombiana que llegó a compartir la habitación con ella y ambas decidieron que definitivamente debían hablar con su landlord (propietario del lugar), contarles lo que estaba pasando e irse. Finalmente, luego de dos meses y medio de vivir allí, Stefany logró mudarse a otro lugar.
Al tiempo, ya llevaba semanas en su curso de inglés donde inició en el nivel de elementary. Stefany califica esos meses como una de las mejores épocas porque no solo empezó a gustarle el inglés, sino que también fue la oportunidad para hacer amigos.
“Conocí gente de Japón, Korea, Colombia, y otros países. Además, yo sabía que tenía que meterle la ficha a esto. Por eso estudiaba mucho y me gustaba participar. También escribía, lo usé como método de aprendizaje y eso me ayudó mucho a memorizar. Luego llegaba a la casa y repasaba mis notas”, añade.
Mientras estudiaba, Stefany también aplicaba a trabajos o le contaba a cualquier conocido que estaba buscando. Incluso, otra de sus estrategias para practicar su inglés y a la vez, encontrar empleo, era hablarle a la gente cuando iba en el tren. “Como estaba tan sola en ese tiempo, yo sentía la necesidad de hablar con alguien, y también quería practicar mi speaking. Entonces empezaba la conversación preguntando direcciones, les contaba que estaba buscando trabajo, de dónde era, y así”, relata.
En alguna de esas búsquedas, Stefany consiguió su primer trabajo gracias a una amiga que hizo en el colegio donde estudiaba. Tenía que limpiar un lugar en un suburbio al norte de Melbourne. Trabajaba 2 horas y media diarias pero su casa en ese entonces le quedaba muy lejos y tenía que viajar mucho tiempo en tren. Luego, por accidente, encontró una habitación compartida en un barrio cercano a su trabajo. Allí estaba mejor, y además pagaba un arriendo muy económico.
Pese a que estaba empezando a establecerse en Melbourne, ya en un lugar donde vivía cómoda, y sumado a eso tenía un trabajo, un día sin motivo la despidieron. “De un momento a otro, nuestra jefe nos echó a mi amiga (quien me ayudó a conseguir ese trabajo) y a mí. Y como no sabíamos inglés, nunca supimos por qué nos echó (risas)”, recuerda.
Esa noticia la dejó muy triste. Sus ahorros se agotaban y los gastos no se hacían esperar. A raíz de esto, Stefany empezó a aplicar a todo lo que podía. Confiesa que en su hoja de vida decía que ella sabía de todo. De hecho, una vez, en una de sus conversaciones con alguien en el tren, le pasaron el contacto de una persona que estaba necesitando personal en un hotel. Ella llamó y la citaron para un trial (prueba). Tenía que tender camas y arreglar las habitaciones del hotel en tiempo récord. Le mostraron qué tenía que hacer, pero al final no consiguió la posición por ser asmática.
“Luego me llamaron de otro hotel, y como yo ya sabía qué había que hacer porque me lo habían mostrado en el trial del otro hotel, me inventé que tenía experiencia en un hotel en Colombia, ¡y me creyeron! (risas). El tipo pensó que yo era una experta. Entonces me pusieron a tender una cama, pero de una forma muy específica, y no, yo no sabía hacer eso (risas). Luego el señor me dijo que volviera al siguiente día a un trial y al final perdí la oportunidad porque yo había entendido que él quería que fuera en las horas de la tarde, pero en realidad me necesitaba en la mañana, y bueno, yo no podía porque tenía clases en el día”, cuenta.
Aunque fue una anécdota de no olvidar, haber perdido ese chance fue muy duro para Stefany. Ella estaba buscando trabajo en lo que fuera y aun así nada salía. A la par, estaba muy angustiada porque su visa estaba próxima a expirar y necesitaba reunir el dinero de la extensión. Además, le quedaban muy pocos ahorros.
Sorprendentemente, el último día de sus clases de inglés, y luego de seis meses sin un trabajo estable, Stefany recibió buenas noticias. Primero, su amiga Lorena le pidió que la reemplazara en uno de sus trabajos limpiando en un lugar en las mañanas. Luego, como llevaba tiempo buscando empleo, una de las muchas personas a las que le escribió le ofreció un trabajo permanente como cleaner en un concesionario; y, por si fuera poco, uno de sus conocidos le ayudó a conseguir un trabajo casual repartiendo volantes.
Stefany pasó de tener 0 a 3 tres trabajos que le dieron una mano no solo para equilibrar sus gastos sino también para juntar el dinero que necesitaba para extender su visa. Incluso, pudo trabajar de tiempo completo porque justo en esa época iniciaba su temporada de vacaciones.
Todo fue perfecto porque a pesar de que sus primeros meses en Australia tuvieron esos toques grises, Stefany dice que el hecho de haber tenido poco trabajo fue la oportunidad para enfocarse en sus clases de inglés. Igualmente, tuvo suerte de haber encontrado un lugar en ese tiempo donde la renta de una habitación compartida solo le costaba 350 dólares mensuales, un precio muy favorable.
“Yo creo que el mismo Dios pensó que a mí me faltaba mucho inglés (risas) y por eso no me salió mucho trabajo los primeros meses. Eso fue su obra porque ya después de que terminé mis clases, el tema del trabajo empezó a fluir. Ese fue un mensaje, fue instantáneo”, recuerda feliz.
Más adelante, pagó la extensión de su visa con algunos ahorros que tenía en Colombia, y parte de lo que pudo ganar mientras trabajó en sus vacaciones. Para seguir avanzando en su nivel de inglés continuó con sus clases, pero también se dedicó a practicarlo más, pues ya tenía unas bases, pero de ella dependía su progreso. Del mismo modo, aseguró su cupo para estudiar un vocacional de tres niveles de accounting (contabilidad).
Paralelamente, consiguió otro trabajo como catering assistant a través de una agencia de hospitality. Una de sus principales funciones en este rol consistía en ayudarle al chef a preparar la comida en la cocina.
“Me acuerdo que el primer shift fue terrible porque yo no entendía nada o me bloqueaba por el mismo miedo de estar ahí. A pesar de eso, se notaba que les gustaba mi trabajo y les caía bien porque con el tiempo me dieron varios turnos. Ya se sabían mi nombre y me pedían en la cocina. Entonces eso me permitió trabajar por mucho tiempo con ellos y la verdad me gustaba mucho ese empleo”, destaca.
Esa experiencia hizo que Stefany se interesara por la cocina y pese a que después de finalizar su primer nivel de accounting comenzaría una segunda fase, cambió de opinión y decidió cambiar de curso. Al principio pensó que estudiar cocina podía ser una buena alternativa. Incluso, a veces se cruzaba con señales que se lo demostraban. Además, se dio cuenta que con su carrera no tenía posibilidades de aplicar a una residencia permanente en Australia. Entonces averiguó sus opciones, se asesoró, y revisó precios.
No obstante, después de indagar y hablar con otras personas de sus propias experiencias, Stefany recordó que siempre le había llamado la atención emprender y tener su propio negocio, y como dice ella, Australia le ha permitido descubrir lo que realmente quiere y hacia dónde quiere ir. Siguió su corazón y sus valores y decidió inscribirse en un Diploma de Business.
“La Stefany que llegó a Australia hace tres años es hoy una persona totalmente diferente. Primero, no sabía lo que quería. Era una persona muy temerosa y además no sabía nada de inglés. Sin embargo, esta experiencia me ayudó a conocerme, a mirar atrás y ver todo lo que he hecho, cómo me he movido para conseguir trabajo, por ejemplo. Al principio no me fue muy bien pero más adelante encontré empleos muy buenos y me enorgullecía ver que quienes trabajaban conmigo confiaban en mí y les gustaba lo que hacía”, dice orgullosa.
Casi a dos años de su estadía en Australia, Stefany y su mamá ahorraron lo suficiente para que ella la pudiera visitar en el país oceánico, y como Stefany ya tenía ingresos fijos, buscó una habitación privada para estar más cómoda junto a su mamá. Asimismo, aprovechó ese cambio porque quería vivir con alguien con quien pudiera hablar más inglés pues en su anterior casa compartía con muchos latinos.
Stefany pudo estar con su mamá durante tres meses. Pasaron felices, conocieron varios lugares en Victoria (el estado donde se encuentra Melbourne), viajaron a Adelaide y Sydney, y disfrutaron de la magia de Singapur y las islas filipinas.
Al siguiente año, Stefany viajó a Colombia a ver a su familia. Quería pasar tiempo de calidad junto a ellos, incluso les regaló un viaje sorpresa a Cartagena, el cual, dice, fue inolvidable. “Estuve muy feliz en Colombia, recordé mi vida y lo que conocía, las calles y todo eso. También confirmé que le tengo mucho cariño a Bogotá”, confiesa.
Mientras Stefany estaba en Colombia (febrero del 2020), la COVID-19 atravesaba el mundo entero y apenas llegaba a su país. En vista de eso, sus papás la invitaron a que se quedara con ellos, pero Stefany decidió regresar a Australia. Aun quería finalizar sus estudios y, sobre todo, quería ocuparse en su emprendimiento.
Por fortuna, logró ingresar a Australia dos días antes de que el país cerrara sus fronteras. Después, aunque por la fecha en la que llegó no estaba obligada a aislarse, decidió hacerlo de manera voluntaria y por prevención. Para esos días ya no contaba con el trabajo en el concesionario pues mientras estaba en Colombia su jefe le dijo que la empresa había perdido el contrato de limpieza. Por otra parte, le salieron shifts en su empleo de catering, pero debido al confinamiento los canceló. Adicional a eso, dejaron de llamarla de otro trabajo que tenía en un estadio en Melbourne.
“Esa fue la segunda vez que toqué fondo en Australia porque duré como tres meses sin trabajo. Por la pandemia no había nada. En algún momento tuve que hablar con el landlord en el lugar donde vivía para que me bajara el arriendo, pero no logré nada. Estaba muy desesperada. Fuera de eso, la única persona con la que vivía (el resto de housemates se habían ido) ni la veía. Entonces fue muy duro porque yo no hablaba con nadie”, admite.
Aparte, Stefany tenía que irse. No tenía otra opción. Lo que pagaba de renta no le alcanzaba si no estaba trabajando. Por esta razón, le dijo a su landlord que se iría y se puso a buscar una nueva habitación. Mientras tanto, para distraerse, empezó a hacer voluntariados empacando comida. Eso le ayudó mucho porque estaba muy desanimada. Para ella todo estaba mal.
“Al principio yo sentía que todo lo que yo tenía lo había perdido, todos los trabajos los perdí. Lo único que me animaba era que iba a empezar a estudiar en un nuevo colegio para enfocarme en mi emprendimiento” afirma.
En ese voluntariado, Stefany conoció a varias personas a las que les pudo expresar sus sentimientos y en quienes encontró un apoyo. Una de ellas le dijo que tenía una habitación para compartir. Se ajustaba a su presupuesto, y aceptó a pesar de que, según ella, lo sintió como un retroceso pues estaba más cómoda teniendo su propio cuarto.
Como se iba a mudar, Stefany vendió varias de sus cosas. No obstante, cuando faltaban dos días para irse, le dijeron que la nueva habitación ya no estaba disponible. Stefany no sabía qué hacer. Prácticamente no tenía dónde vivir. Por suerte, su landlord, al enterarse de que se iba, aceptó hacerle una rebaja al arriendo, y finalmente Stefany pudo quedarse en donde estaba.
Por esos días consiguió un trabajo por un mes donde debía desinfectar las calles de una zona que le quedaba cerca a su casa. Al mismo tiempo, inició sus clases en su nuevo colegio aunque por la pandemia comenzó a tomarlas online.
Entre tanto, en medio de la angustia de que el trabajo que había conseguido solo duraría unas semanas, inesperadamente una de las empresas para las que había trabajado antes le ofreció un empleo para limpiar en un colegio. El trabajo era permanente.
“La verdad no lo podía creer. Era la primera vez que conseguía un trabajo como cleaner en un colegio, y era bien pago. ¡Y en medio de esta pandemia!”, sostiene.
Stefany atribuye estas buenas noticias a su cambio de actitud. También dice que le ayudó mucho encontrar apoyo en el grupo de personas que conoció en el voluntariado que hizo. Incluso, afirma que fortaleció su fe. De la misma manera, terminó mudándose con una mujer de la China y sus dos hijos. Ahora vive en una super habitación (como la llama ella), pasa tiempo con sus compañeros de casa y está feliz.
Igualmente, está concentrada en sus estudios para llevar a cabo su emprendimiento relacionado con network marketing. Quiere tener su propio negocio y ayudar a su familia. También le gustaría quedarse en Australia, pero trabajando en su empresa y ejerciendo su carrera. Sin embargo, no descarta otras opciones como Canadá o incluso regresar a Colombia. Al final, lo más importante para ella es su proyecto y su libertad financiera.
Por último, Stefany nos deja este consejo, “si sueñas con venir a Australia, hazlo. También conócete, y descubre tus valores, quién eres, y quién quieres llegar a ser. Ten sueños grandes, viaja mucho (eso hice yo cuando no tenía trabajo) y no dejes que nadie te detenga”.